Sus virtudes antiinflamatorias la convierten en una ayuda contra la artritis, el síndrome de colon irritable o cualquier proceso inflamatorio.
Se ha comparado su poder antiinflamatorio con el de medicamentos tan potentes como la hidrocortisona y la fenilbutazona, pero a diferencia de los fármacos, la cúrcuma carece prácticamente de toxicidad. Asimismo favorece la digestión (ayuda ante los gases o la hinchazón), porque estimula la secreción de bilis y favorece el buen funcionamiento del hígado.
Su compuesto, la curcumina es capaz de inhibir la multiplicación de células cancerígenas.